jueves, 24 de julio de 2008

Microcuento


Fuga

Soy un asesino. Me buscan en estos momentos. Estoy escondido en la habitación de un motel. Una pareja me mira asustada. Cuando entré se cubrieron con las sábanas. Les apunté con mi pistola. Ella se aferró a él de manera distinta a como lo hacía antes de llegar y haberlos asustado. El me dijo algo, no recuerdo qué. Con cierta calma, le hice la señal de silencio apuntándole a la cabeza. Hizo caso. La mujer no se movió durante unos minutos. Sin duda estaba conmocionada, cómo no. Yo lo único que hice fue mirarla, un poco para tranquilizarla. El hombre no sabía qué hacer. La situación es extraña. El hombre creía que haría quién sabe qué cosas. Pero yo no quería nada. Solamente esconderme de la policía. Tienen acordonada la zona y son escasas las posibilidades de salir con vida. No sé cómo estoy acá. Podría ya estar muerto. Tengo sed. Hay una cerveza encima de la mesa de noche. Me la bebo. La mujer, a pesar de la situación, está tranquila. Me ha pedido permiso para levantarse y recoger la ropa. Yo le digo que sí, pero que todavía no se vistan. La mujer acepta. Veo que se levanta. El hombre mira si yo la miro. Se cubre con una cobija. Su cara es bella. Parece que esta pareja la estaba pasando bien cuando entre de forma abrupta a la habitación. Los dos estaban desarropados. Ella encima de él, contoneándose despacio, sin afán, sin apuro. Miro la posibilidad de pasar allí unas horas. No sé, pediría al menos disculpas por haber dañado el momento, también una cerveza para ellos y para mi y al final, me acostaría a mirar un canal porno, mientras les explico qué fue lo que pasó y por qué me están buscando por homicida. Lástima que escucho las pisadas de los agentes de la policía que avanzan despacio por el pasillo. Me gustaría quedarme tranquilo donde estoy, toda la noche.