domingo, 19 de septiembre de 2010

Una total mentira

1.

Me bajé en el paradero. Caminé. Llegué al parque, ese que es grande, que tiene cancha de fútbol y que me dijo ella, es peligroso de noche. Por su puesto, pasé por el bar donde probé por primera vez el caipirinha. Lo miré de reojo, esbocé una sonrisa y si soy sincero, una lágrima. Obvio, aunque jé, qué delicia de caipirinha. Seguí caminando. Nada rápido, solamente despacio. Sin prisas. Confiaba en dejar el Tic en la portería con una nota de despedida (¡esta es mi canción de despedida!, le canté alguna vez, paradójicamente). Llegué a la esquina y me puse a pensar. Medité la cosa. Hice una especie de DOFA (qué porquería. Pido dispculpas por lo que acabo de escribir). Saqué las ventajas y desventajas y al final concluí. Me compré una empanada, le heché ají y me regresé al paradero. Esta vez no miré nada. Me recriminé mientras pasaba por el parque. Era la cuarta o quinta vez que me pasaba lo mismo, que me arrepentía, que me quedaba ahí pasmado en la portería sin llegar a nada. PELIGRO. Miré el reloj. Ya era tarde. Corría el riesgo de encontrármela. Metí el Tic en la maleta y voté la nota con la despedida. Me subí al bus, llegué a mi casa y dejé el libro en la biblioteca. Me acosté, jurando que no lo volvería a hacer así fuera una total mentira. Lo más seguro es que hubiera una sexta o séptima vez, con flores incluidas y nota de despedida, siempre pensando que esta vez si habría de llegar hasta la portería con toda la decisión del caso.

lunes, 2 de agosto de 2010


Termina un cuento y dan ganar de tirarse a la primera vieja que pase por delante. Son libros que permiten hacer otras cosas mientras se lee.

Microcuento


Chorro de Sangre a la Espera

Macarena no llega y la espera se acaba. Han sido varios días de zozobra. Nadie llama, nadie golpea la puerta. Afuera no hay nadie. A las ocho, esta mañana, intenté salir pero me dio miedo. Quité la tranca, quité la doble llave, pero no pude hacer el último movimiento y preferí devolver todo, volver al cuarto y sentarme en un rincón a esperar. No recuerdo cuando llegué. Es vaga la noción de ese momento. Creo que llegamos en la noche, con Macarena cargándome y yo botando vómitos sin parar. Quedé seco, es lo único de lo que estoy seguro. En la mañana desperté y Macarena estaba lista. Ya se iba. Me ordenó que me quedara sin salir a ningún lado y sin hacer ruido porque de pronto podría delatar mi presencia con los vecinos. Ella se fue y yo quedé solo a la espera de noticias. Con cualquier ruido en la calle me asomo a ver si es ella desde ese día. Ojalá venga hoy con buenas noticias para no tener que ampliar mi estadía acá. Ya estoy aburrido. Quiero salir y ver qué es lo que pasa. Que me maten si es el caso, pero no quiero estar más acá. Ya mi paciencia se agota, ya no sirvo para nada aquí. Es mejor ser cobarde y caer en el andén con el chorro de sangre circulando por el cemento. No habrá testigos, lo sé, no habrá nadie que mire ese instante