domingo, 8 de julio de 2012

Para no volver a despertar



Aquí en la mesa con mis papás. Una ensalada tremenda. Todo en su puesto. Mirada en otra cosa, ellos hablando de no se qué. Las cosas parecen ir bien luego del escándalo de este mañana. Tensa calma.

Me sueño con escenas que no puedo contar. En la mañana llego a la oficina conmocionado. A las once me voy acoplando. Cada quien teclea tonterías. La calle no cesa de gritar. "Vete a la mierda", dice.

Mi papá comienza a criticar a mi mamá y yo pienso en otra cosa. Me concentro en la paloma que se ha parado en la alberca, pero no. Mas bien el sagrado corazón de la sala, pero no. No hay nada que mirar, no hay nada que me saque de aquí. Busco una salida, pero mamá llora.

En la oficina todos somos mediocres. Ninguno se salva de tan inmensa cualidad. Recuerdo en el almuerzo lo que soñé en la noche, pero el tecleo me saca de las escenas surreales. Los tarados, o sea mis compañeros, ríen a carcajadas. No se por qué lo hacen. Copiar y pegar.

Recojo los platos y los llevo a la cocina. Antes de eso digo gracias. Papá anda agrio. No le gustó para nada lo que hice esta mañana. Me masturbaba sin más cuando él entró al cuarto. Reaccionó mal diciendo que era un enfermo. Nada me importó. Al final me vine delicioso.

En el baño me vine delicioso. Me limpié con papel higiénico, dejé todo limpio y salí, para después llamar a mamá y decirle que el almuerzo estaba muy delicioso. Pude reconocer que lloraba. De fondo escuchaba gritar a papá. Colgué. Traté de recordar algo de lo soñado la noche anterior, pero todo lo había olvidado. Qué lastima, de verdad.