El escritor está borracho. Borracho muy borracho, tirado en el sofá con la boca abierta y la baba escurriendo por las comisuras de sus labios. El escritor ronca y parace que fuera a levantar las tejas de la casa con la fuerte respiración que su cuerpo exhala. La Musa levita sobre sus hombros, despacio para no despertarlo. La última vez que sin querer lo hizo, el escritor se levantó furiozo y cogió el arpa de la pobre Musa y la volvió añicos contra la pared. Prefiere evitar problemas y se dedica a mirar solamente al escritor. Se da cuenta que tiene la camisa desbotonada. La Musa quisiera arreglársela y dejársela planchadita, pero en vez de ello, opta por quedarse quieta y mirar al escritor que se revuelca en el sofa roto de la sala. Entonces La Musa comienza a silbar. Es su ejercicio desde que se quedó sin instrumento y del cual el escritor no se ha dado cuenta. El escritor, pobrecito, apenas si la ha vuelto a mirar. Creyó que no necesitaría más de ella hace unos años. No hay duda que él era otro antes de despreciar a La Musa. Por lo menos vendía más libros y las editoriales lo llevaban de gira a cuanto evento literario había. Pero ahora ni una reseña en una revista cultural pequeña. Lo único que tiene son deudas, arriendos sin pagar y muchos libros sin leer que La Musa ha cogido y ha hecho quemar para no amargarse. Para ella es difícil ver que otros escritores si valoran a sus Musas, mientras ella, desahuciada, si acaso existe por las mañanas cuando le sirve el café. Qué dura se ha vuelto la vida en estos últimos años. Antes era el centro de la vida del escritor, sin ella no podía ejercer su oficio. Como todo, nada es igual, pero ella es la misma y comienza a recoger las botellas que él ha dejado por ahí regadas en el apartamento. Es una Musa resignada para la vida que le ha indicado el destino. Por qué no habrá nacido para otra cosa, se pregunta. Obviamente no sabe, mirando al escritor que dice cosas enredadas, ebrio como está. El escritor está borracho y ni sabe qué va a escribir cuando la resaca se vaya y vea por ahí a La Musa rondar.