lunes, 2 de agosto de 2010


Termina un cuento y dan ganar de tirarse a la primera vieja que pase por delante. Son libros que permiten hacer otras cosas mientras se lee.

Microcuento


Chorro de Sangre a la Espera

Macarena no llega y la espera se acaba. Han sido varios días de zozobra. Nadie llama, nadie golpea la puerta. Afuera no hay nadie. A las ocho, esta mañana, intenté salir pero me dio miedo. Quité la tranca, quité la doble llave, pero no pude hacer el último movimiento y preferí devolver todo, volver al cuarto y sentarme en un rincón a esperar. No recuerdo cuando llegué. Es vaga la noción de ese momento. Creo que llegamos en la noche, con Macarena cargándome y yo botando vómitos sin parar. Quedé seco, es lo único de lo que estoy seguro. En la mañana desperté y Macarena estaba lista. Ya se iba. Me ordenó que me quedara sin salir a ningún lado y sin hacer ruido porque de pronto podría delatar mi presencia con los vecinos. Ella se fue y yo quedé solo a la espera de noticias. Con cualquier ruido en la calle me asomo a ver si es ella desde ese día. Ojalá venga hoy con buenas noticias para no tener que ampliar mi estadía acá. Ya estoy aburrido. Quiero salir y ver qué es lo que pasa. Que me maten si es el caso, pero no quiero estar más acá. Ya mi paciencia se agota, ya no sirvo para nada aquí. Es mejor ser cobarde y caer en el andén con el chorro de sangre circulando por el cemento. No habrá testigos, lo sé, no habrá nadie que mire ese instante