Olvidos
Genoveva por favor, no te saques los mocos. Genoveva sacó el dedo índice de la nariz. Ráscame la espalda que tengo piquiña. Ramiro actuó de inmediato y empezó a rascar con las uñas donde Genoveva decía. Tienes ese don de volver desagradable todo. Ella cerró los ojos y sintió cosquillas. Mira que tengo ganas de refajo, hace tiempo que no tomamos refajo Ramiro. Sus manos exploraron la piel de Genoveva. Y yo tengo ganas de carne asada. Genoveva se chupó el dedo índice. Pues vamos, almorzamos y luego damos una vuelta por el parque san Diego, que hace rato no vamos. Ramiro se acomodó bien en las nalgas de ella. No te tires pedos, no seas cochina. Se tapó la nariz y ella soltó una carcajada. Qué quieres, que se me tuerza una tripa. Él, de todas formas, le siguió sobando la espalda. Pues no, pero aprieta y agüántate. Ambos se quedaron en silencio hasta que él terminó de sobarle la espalda. Ella medio dormida escuchó que Ramiro dijo: vamos que tengo hambre. Ella se enderezó y le dijo: Ven, y le dio un beso. El accedió y se besaron otro ratico. Ramiro se puso el pantalón y Genoveva se puso el chal. Ramiro alistó las llaves del mercedes y esperó en el pasillo a que su mujer saliera. No te eches colorete que así te ves bien. Genoveva salió de la alcoba, cerró la puerta y los dos caminaron hacia el ascensor. Ella como estaba detrás de él aprovechó y le pellizcó la nalga. Ramiro sin mirar le dijo: Genoveva... Qué, respondió. No seas puerca. Y ahora qué hice. Sácate el dedo de la nariz. Ramiro, no jodas, que ya estamos viejos. Su esposo suspiró y negó con la cabeza. En la puerta del ascensor, Ramiro sintió una erección y Genoveva se dio cuenta. Ella empezó a reír como una loca a carcajadas y lo empezó a abrazar cuando se cerró la puerta del ascensor. Ramiro no se dio cuenta ante aquel pequeño acto de adolescencia, que el ascensor empezó a subir y que el primer piso no era ese, sino la azotea, cuando la puerta se abrió. Genoveva dijo: ven, empecemos por volver a mirar la ciudad de noche. Entonces a Ramiro se le empezaron a escurrir las babas otra vez.