¿La culpa es de la vaca? No, de Alvarado que no deja trabajar
Dedico el siguiente comentario rencoroso a Diego Alvarado, personaje empalagoso, mezcla entre Guía espiritual, hipyye de los 60, seguidor de Buda y creyente fervoroso de los libros de autoayuda.
Su carácter me enerva.
Tan idiota como siempre, llegas sonriendo a tu trabajo gritando –porque no hablas, gritas- que ese día será el mejor día de nuestras vidas. Tienes esa facultad estúpida para sonreír cada vez que lo dices. Y lo peor, crees que te creemos.
Bueno, hablo por mí. No sé el resto. Yo siempre me levanto creyendo que el día será igual que el anterior. O peor, para incomodidad tuya, maldito.
Porque eso eres Diego Alvarado: un maldito idiota. Nadie te quiere, así te sonriamos. Haces todo para que te quieran, pero no lo consigues. Ni tu esposa, ni tu mamá. Ni siquiera tus hijos. Se sabe que nunca has sido un buen ejemplo para ellos, porque ellos no creen en el buen ejemplo. Son distintos a ti.
Tu hijo sin ir más lejos, es un adolescente de 14 años que está formando su pensamiento con base en las lecturas de Marx, de Kant, de Rousseau, de Descartes; Su libro favorito es Rayuela.
Para ti en cambio, Riso, Chopra y Cony Méndez, son el faro espiritual que guía las mediocres lecturas que haces mientras trabajas, con la cara de persona interesante que pones cada vez que estás frente a estas magnas obras de la bobería humana y con las ridículas gafas que le lucían a John Lenon, pero a ti no, baboso.
Eres irritante. Y lo eres más, cada vez que te preguntan, cómo te va, y respondes, bien, muy bien y mejorando. Bien, muy bien y mejorando, repites. Ese agrio positivismo me cae mal. ¡Lo que más mal me cae de ti! Deberías morirte o al menos callarte, porque eres mejor persona cuando callas y nos dejas trabajar en esta oficina, que de por sí es aburrida y no soporta más un solo testimonio de vida relatado por ti, don Diego Alvarado, asistente, o, lambón de siempre y de turno del jefe de departamento, que cree que somos una partida vagos que nos la pasamos jugando todo el día solitario en el computador.
Su carácter me enerva.
Tan idiota como siempre, llegas sonriendo a tu trabajo gritando –porque no hablas, gritas- que ese día será el mejor día de nuestras vidas. Tienes esa facultad estúpida para sonreír cada vez que lo dices. Y lo peor, crees que te creemos.
Bueno, hablo por mí. No sé el resto. Yo siempre me levanto creyendo que el día será igual que el anterior. O peor, para incomodidad tuya, maldito.
Porque eso eres Diego Alvarado: un maldito idiota. Nadie te quiere, así te sonriamos. Haces todo para que te quieran, pero no lo consigues. Ni tu esposa, ni tu mamá. Ni siquiera tus hijos. Se sabe que nunca has sido un buen ejemplo para ellos, porque ellos no creen en el buen ejemplo. Son distintos a ti.
Tu hijo sin ir más lejos, es un adolescente de 14 años que está formando su pensamiento con base en las lecturas de Marx, de Kant, de Rousseau, de Descartes; Su libro favorito es Rayuela.
Para ti en cambio, Riso, Chopra y Cony Méndez, son el faro espiritual que guía las mediocres lecturas que haces mientras trabajas, con la cara de persona interesante que pones cada vez que estás frente a estas magnas obras de la bobería humana y con las ridículas gafas que le lucían a John Lenon, pero a ti no, baboso.
Eres irritante. Y lo eres más, cada vez que te preguntan, cómo te va, y respondes, bien, muy bien y mejorando. Bien, muy bien y mejorando, repites. Ese agrio positivismo me cae mal. ¡Lo que más mal me cae de ti! Deberías morirte o al menos callarte, porque eres mejor persona cuando callas y nos dejas trabajar en esta oficina, que de por sí es aburrida y no soporta más un solo testimonio de vida relatado por ti, don Diego Alvarado, asistente, o, lambón de siempre y de turno del jefe de departamento, que cree que somos una partida vagos que nos la pasamos jugando todo el día solitario en el computador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario